A
veces llevamos una vida normal, tranquila, quizás aburrida, rutinaria y en
completa calma. Nos quejamos de la vida,
porque no suceden cosas grandes, porque estamos cansados de lo mismo o porque
no tenemos grandes aspiraciones, metas o sueños. En medio de todas esas quejas no hay nada
que lamentar. Pero un día la tragedia
nos visita. Un familiar es asesinado, un
accidente fatal, una enfermedad diagnosticada, un desenlace inesperado. Silenciosamente y sin esperarlo la tragedia
nos arrincona y nos inmoviliza y nos pone de frente ante un terrible
dolor. Qué hacer cuando humanamente nos
sentimos paralizados, destrozados, sin esperanza, sin fuerzas. Qué hacer cuando
todo nuestro mundo se nos cae encima, cuando nos hundimos en el dolor, cuando
nada parece darnos consuelo. No hay
palabra que nos consuele, nos sentimos solos entre tanta gente, el alma
desgarrada y solo las lagrimas son la fuente que nos sostiene. No todo está perdido. En 2 Tesalonicenses 3:5 dice: “Deseamos que
el Señor Jesús los ayude a amar a los demás, así como Dios ama a todos, y que
les dé su fortaleza para resistir en medio del sufrimiento”. Dios es nuestra fortaleza en tiempos difíciles,
te ayudara a resistir en medio del sufrimiento.
Cuando la tragedia te visite, tienes una alternativa: Clama a Dios por
fortaleza. Solo no vas a poder
sobrellevar todo ese dolor. Necesitas la intervención divina para que alivie tu
causa.
HOY
TE DIGO que si has sido visitado sorpresivamente por la tragedia, tu mundo se
puso al revés, tu dolor es insoportable, tus fuerzas te han abandonado, tienes
a Dios que está dispuesto a ayudarte en medio de tu sufrimiento. Descansa en El y renueva tus fuerzas en el
Dios de tu fortaleza. No puedes cambiar la
tragedia,, pero si tomar una nueva actitud y escoger un buen compañero de
camino. Deja que Dios te acompañe
en tu dolor, que te de nuevas fuerzas, que te ayude a pasar el momento
amargo. Al final de todo este camino sabrás
que hay alguien que nunca te abandona:
Dios.