jueves, 27 de diciembre de 2012

MIRANDOLE, LE AMO


Leyendo la historia bíblica de un joven rico, que le pregunta a Jesús que tenía que hacer para heredar la vida eterna.  Jesús le enumera todos los mandamientos que tenía que obedecer y el joven le responde que todos los ha guardado desde su juventud.  Dice en Marcos 10:21 “entonces Jesús mirándolo, le amo”.  Y le dijo que le faltaba solo una cosa: “Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; Ven, sígueme tomando tu cruz”.  El joven se puso muy triste porque tenía muchas posesiones.  Analizando al joven, estaría feliz porque por un momento creía ser salvo.  Pensó que tenía todos los requisitos para obtener la vida eterna.  De hecho, había cumplido toda su vida con los mandamientos.  El quería que Jesús lo evaluara.  Le dice “maestro bueno” y rápido Jesús le empieza a ministrar.  “Porque me llamas bueno?” y le aclara “ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios”.  Ya le está indicando entre líneas, que aunque el haya cumplido todos los mandamientos tampoco es bueno.  Yo deduzco que cuando lo mira con tanto amor, reconoce que ha hecho todo lo posible por agradar a Dios, pero Jesús sabía también que su corazón estaba puesto en sus riquezas.  Al decirle vende todo lo que tienes, le está dando la oportunidad de reconocer donde está puesto su corazón.  Aunque la historia no cuenta el desenlace, te lo deja a ti para que lo analices.

HOY TE DIGO que si tu vida ha sido ejemplar como la de este joven, hoy Dios te mira con amor y te pregunta donde esta puesto tu corazón.  Quizás en las riquezas, en el consumerismo, en el egoísmo, en la indiferencia.  Amar a tu prójimo como a ti mismo es su gran mandamiento.  Te conmueves ante la necesidad ajena, te mueves a compasión, estas dispuesto a perder lo terrenal para ganar la vida eterna.  Dios te pide que cumplas todos sus mandamientos para obtener la vida eterna, analiza en que estas fallando.  Dios nos mira con amor porque sabe cuál es nuestra intención, pero también nos hace reaccionar y reconocer en que estamos fallando para que arreglemos lo que está mal y seamos merecedores de la vida eterna.