Alguna
vez has decidido castigar a tu hijo, pero cuando lo observas y ves que está
arrepentido de su mal comportamiento tú
te arrepientes de castigarlo. No importa
cuál fue su travesura, tan pronto le adviertes del castigo que puede recibir,
se arregla repentinamente. Eso sucedió
con la Ciudad de Nínive. Dios envió a Jonás
a advertirle del castigo que recibirían porque su maldad y su mal
comportamiento había llegado delante de Dios.
La ciudad era muy grande pero cuando fueron advertidos reconocieron que
estaban mal, enderezaron sus caminos y se sometieron a la misericordia de
Dios. “Y se arrepintió Dios del mal
que había dicho que les haría, y no lo
hizo (Jonás 3:10).
HOY
TE DIGO que la misericordia de Dios es tan grande que se arrepiente del castigo
que nos merecemos y siempre nos da inmerecidas oportunidades de cambio. Según lo hizo con esta ciudad, lo hace con
nosotros también. Si tú te arrepientes
de tu mal camino, Dios se arrepiente de castigarte. Dios sabe la ignorancia del hombre, la
insensatez, las torpezas que cometemos y sabe que en ocasiones no nos detenemos
a analizar entre lo bueno y lo malo, y termina recordando lo imperfectos que
somos. Aunque a veces no nos merecemos
tanto amor, El está dispuesto a amarnos tanto que perdona cada una de nuestras
equivocaciones. Si nos arrepentimos del
mal comportamiento, Dios también se arrepiente de castigarnos.
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