jueves, 20 de octubre de 2011

NI UN CABELLO


En ocasiones sucede que todo está en calma en nuestra vida, y de repente se desata una tormenta que amenaza con destruir todo.  Puede ser literalmente una tormenta, y también se presentan problemas de los cuales creemos que nos van a destrozar.  En Hechos 27 cuenta la historia de Pablo, que es enviado a Roma como prisionero en un barco.  Había una suave brisa, pero de repente son azotados por una fuerte tormenta.  Todos los presos se asustan por el fatal azote, que habían recibido por varios días, perdieron la esperanza de salvarse.  Pablo les dice: “Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.  Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quién soy y a quien sirvo” y también le dice:  “ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá”.  Humanamente hablando si estamos azotados por una fuerte tormenta, que destroza nuestra barca, que ya hemos perdido la esperanza, que creemos que no nos podremos salvar, estas palabras de Pablo están difícil de creer en medio de tales circunstancias.   Pero así como le dijo el angel así aconteció.  Todos se salvaron y ninguno murió.  La barca quedo destrozada, los hombres nadaron a la orilla, los que no sabían nadar cogieron pedazos de tabla del mismo barco, pero ninguno se hundió ni se ahogo.  Esa tormenta no los iba a matar, porque el ángel de Jehová estaba con Pablo, cuidándolo y los que andaban con el se beneficiaron de eso. 

HOY TE DIGO que la tormenta que está azotando tu vida, no vino para matarte, ni siquiera un cabello tuyo se perderá, ni un rayado tendras.  El Ángel de Jehová ha sido despachado y te ha está diciendo que va a estar contigo, que nada te pasara, que te guarda y te protege.  Quizás la tormenta destroza las cosas a tu alrededor, pero a ti no te tocara.  Antes de que la tormenta empiece a azotar, ya Dios envió el ángel que te iba a proteger y le dio la orden de que no permitiera que nada te ocurriera.  Así que de esta tormenta que estás viviendo tu sales ilesa, sobrevives y podrás contar a los demás del poder que Dios tiene ante las circunstancias, las tormentas o los problemas de la vida.  Ni un cabello de la cabeza tuya y de los tuyos perecerá.  

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