Hace
unas semanas veo mi ventana llena de
pajas. De repente veo un pajarito trayendo pajas y así estuvo todo el día. En un momento dado lo organiza todo y forma
su nido. Días después observo que hay 3
huevitos. Todos los días verificaba el
nido hasta que descubrí con emoción que los pajaritos habían nacido. La pichoncita todos los días los calentaba
hasta que ya estaban duritos y salieron y los veo que por fin podían volar. Dos de ellos se fueron, pero el más pequeño no
podía ir muy lejos y se mantuvo en el área.
La mama no lo encontraba, por lo
que cantaba hasta que el hijito le contesto.
Así siguieron hasta localizarlo. La
mama quería enseñarlo a volar alto, pero el pequeñín no podía. Ella se subía a una pared alta y le cantaba,
bajaba y le daba picotazos de amor y volvía a subir como queriéndole decir que hacer. El hijo trataba y trataba, pero no podía. Ella lo intento muchas veces; subía y bajaba , lo picoteaba, subía y volvía
a bajar. La paciencia con la que ella
trataba de explicarle era impresionante. Observe esa escena hasta cansarme y me
fui. Al otro día verifico el pajarito y
estaba solito. No logro volar. Lo tomo y lo pongo adentro para que estuviera
seguro y de repente llega la mama cantando y buscándole. El le contesta hasta que se encuentran y
repiten el mismo ejercicio: le da picotazos de amor suavecito pero convincente.
Finalmente el pajarito voló y se fue. Asombrosa
la creación de Dios.
HOY
TE DIGO que la historia del pajarito me
recuerda la historia de la biblia sobre la oveja perdida. El pastor cuidaba con
amor a sus ovejas, pero cuando se le perdió una, se fue tras ella y al
encontrarla la cubrió con todo su amor hasta que se recupero (Lucas 15). Dios tiene igual cuidado con sus hijos. Cuando se alejan de El a veces les da
picotazos de amor para guiarlos y mostrarles el camino. Pero su amor siempre nos cubrirá y nos
rescatara. Con esa misma paciencia y
amor Dios nos busca, nos cuida y nos ensena las lecciones que día a día
enfrentamos. Pero tenemos que crecer en sabiduría
y amor y no permanecer como pajaritos indefensos, esperando siempre que nos
rescaten. Ya eres grandecito y tienes
que aprender a volar.
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