Es
cierto que cuando más tranquilo y en paz estamos, viene alguna circunstancia a
tratar de quitarnos la paz. Gozamos de
esa tranquilidad y esa felicidad que no queremos que termine nunca. Pero siempre algo sucede que pone fin a ese
estado cómodo en el que estábamos. La historia
que les cuento era del Rey Asa, que llevó a su país a un estado de paz y
tranquilidad. Hizo lo que le agradaba a
Dios y cambió las leyes y rutina de un pueblo para que esta
paz perdurara. Es como si hoy viniera un
gobernador y con su política erradicara las drogas, la criminalidad, los robos
y todas las cosas negativas que afectan nuestra sociedad. Pues sí, este hombre de Dios lo logro. Cuando más tranquilo estaba, aparece la
amenaza de un ejército enemigo que viene a quitarle lo que por tanto tiempo
disfrutó. Ante esa amenaza, ora y le
pide a Dios de esta manera: “¡Oh SEÑOR, nadie sino tú puede ayudar al débil contra el poderoso! Ayúdanos, oh
SEÑOR nuestro Dios, porque
sólo en ti confiamos. Es en tu nombre que hemos salido contra esta inmensa
multitud. ¡Oh SEÑOR, tú eres nuestro Dios; no
dejes que simples hombres prevalezcan contra ti!” (2 Crónicas 14:11).. Hay varios puntos importantes en esta oración. El reconoce la habilidad de Dios para ayudar
a cualquiera, sea poderoso o débil. Le pide
ayuda específica para pelear contra un enemigo grande. Establece su relación con Dios cuando le dice
tu eres nuestro dios. Pero hay algo que
me encanta en su oración y es que él sabe que su batalla es la batalla de Dios,
cuando le dice que no deje que simples hombres lo venzan. Es reconocer que si lo vencen a él, vencen a
Dios. Por lo tanto, sabe que Dios nunca será
derrotado, y tampoco el.
HOY
TE DIGO que mientras confíes en Dios de esta manera la derrota jamás llegara a
tu vida. Mi derrota es la derrota de
Dios. Jamás tal cosa sucederá porque un
simple hombre no puede derrotar a Dios. Para
ganar tus batallas necesitas saber a quién recurres en los momentos difíciles. Si recurres a Dios tu victoria está
garantizada, no importa a quien te enfrentes.
Si confías en tus habilidades y
en tus fuerzas, sabes que no lograras prevalecer. Empieza a orar de la manera que lo hizo el
Rey Asa. Reconoce la habilidad de Dios
para ayudarte, pídele ayuda específica,
establece tu relación con El y reconoce que nadie puede vencer a tu Dios. Así podrás decir: derrotado?
Jamás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario