En
ocasiones nos quejamos por las injusticias y queremos que Dios entre en acción tan
pronto le pidamos que intervenga. Creemos
que Dios está a nuestra disposición para actuar según le pedimos. Nos creemos con el derecho de ordenarle a
Dios lo que tiene que hacer y cuando lo tiene que hacer. Desearíamos tener un control remoto para
activar a Dios y darle “play” y que funcione a nuestro antojo. Habacuc es el típico caso del hombre que
cuando ve una injusticia le pide a Dios que actúe rápido. Solo ve un pueblo que no está cumpliendo con
las leyes y que actúan con maldad y violencia.
Se preocupa más por la justicia que por la falta de arrepentimiento de
un pueblo. Dios le contesta: “te voy a decir lo que va a pasar; aunque
tardara un poco en cumplirse, no te desesperes porque puedo asegurarte que se cumplirá”. Y le dice que en su momento El hará
justicia. Pero el profeta se queda
angustiado. Como es posible que Dios pueda permanecer quieto y silencioso
ante tanta injusticia. Pero Dios tenía
un plan mejor de cómo los iba a derrotar y a humillar. Finalmente Habacuc entiende los planes de
Dios y se queda tranquilo, pues sabe que la justicia va a llegar. Al final está convencido de que aunque le
quiten todo, no tenga nada; se alegrará en Jehová porque sabe que Dios en su
momento va a intervenir.
HOY
TE DIGO que con frecuencia nos sentimos como el profeta Habacuc. Vemos injusticias, clamamos a Dios, sentimos
que no nos escucha, queremos la intervención divina y no llega. Nos desesperamos, cuestionamos a Dios, le
queremos dar órdenes. Pero cuando Dios
nos muestra su plan, nos quedamos sorprendidos. Definitivamente su plan era mejor que el
nuestro. Aunque la respuesta tardara, espérala
porque sin duda vendrá. Esta es la lección
que nos toca aprender. El justo vivirá por
la fe. Espera con fe, confiado y veras
su pronta intervención que será mucho mejor de lo que pediste o imaginaste.
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