Después de la crucificción, hubo unas señales que demostraron a los allí presentes que Jesús era el redentor. La tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron. Cuando el centurión y los que estaban allí vieron estas cosas dijeron: "Verdaderamente éste era Hijo de Dios". Pusieron a Jesús en un sepulcro nuevo con una gran piedra a la entrada. Al día siguiente vinieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato y le dijeron: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. Y Pilato les dijo: Ahí tenéis un guardia; id, aseguradlo como sabéis. Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia. Al tercer día Jesús resucitó y todos se maravillaron, incluyendo los guardias que tenían allí. Esto nos da tremenda lección. Primero, que la prueba no viene a matarte, ni a destruirte; viene a resucitarte victorioso, aún de la misma muerte. Segundo, te pondrán vigilancia para ver si de verdad te levantas de esta. Se quieren asegurar de que la prueba, la enfermedad o el problema, acabó contigo y te montarán vigilancia todo el tiempo. Tercero, que hasta los que te montaron vigilancia serán los testigos de tu victoria, de tu triunfo y de tu resurección. Ellos serán los primeros en ver y contar que te levantas de esta, que la prueba no te mató, si no que te levantó en victoria. y por último, que esta vez hablarán de ti, pero tendrán que decir que fueron los testigos oculares de tu restauración y victoria.

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