Hoy te cuento un suceso que cambió la historia. Luego de Jesús ser entregado por Judas, el cual lo identificó con un beso y le pagaron treinta monedas de plata, iba a ser juzgado por llamarse Rey de los judíos y está parado frente a Pilato el gobernador. Este le pregunta: ¿Eres tú el rey de los judíos? —Tú lo dices —respondió Jesús. (Mateo 27:56). Pilato estaba asombrado porque El nada contestaba, mientras el pueblo continuaba acusándole, hasta con falsos testigos. Ese era un día de una fiesta en la que acostumbraban soltar un preso, y Pilato sabía de la inocencia de Jesús y les ofreció a Barrabás, un preso famoso, calificado como bandolero y asesino. En otras palabras, Barrabás había cometido unos delitos, y pensaba que la gente lo iba a escoger a el. Pero el pueblo se amotinó y pidió que soltaran a Barrabás y crucificaran a Jesús, y así se lo concedió pero les dijo: Inocente soy de la sangre de ese justo, allá vosotros. Este suceso histórico que marcó la vida y la muerte de dos personas, en el cual la gente tomó una mala decisión sobre la culpa e inocencia de dos personas, en el cual no existió la justicia, me lleva a preguntarte: cuál escoges tu? Si fueras Pilato y estas ante un hombre inocente, que nada malo ha hecho y el pueblo escoge a un criminal. Te lavarías las manos y dejarías sangre inocente correr? A eso le llamamos indiferencia. Cuando permitimos que las cosas malas pasen ante nosotros y no las condenamos. Cuando permitimos las injusticias y cambiamos la cara. Cuando los criminales campean por su respeto y nosotros callados, cuando los pecadores se expresan libremente, y nosotros mudos. Cuando ellos publican sus pecados y nosotros nos da miedo hablar de Dios.

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