lunes, 30 de julio de 2012

DERROTADO? JAMAS!


Es cierto que cuando más tranquilo y en paz estamos, viene alguna circunstancia a tratar de quitarnos la paz.  Gozamos de esa tranquilidad y esa felicidad que no queremos que termine nunca.  Pero siempre algo sucede que pone fin a ese estado cómodo en el que estábamos.   La historia que les cuento era del Rey Asa, que llevó a su país a un estado de paz y tranquilidad.  Hizo lo que le agradaba a Dios y cambió las leyes y rutina de un pueblo para que esta paz perdurara.  Es como si hoy viniera un gobernador y con su política erradicara las drogas, la criminalidad, los robos y todas las cosas negativas que afectan nuestra sociedad.  Pues sí, este hombre de Dios lo logro.  Cuando más tranquilo estaba, aparece la amenaza de un ejército enemigo que viene a quitarle lo que por tanto tiempo disfrutó.  Ante esa amenaza, ora y le pide a Dios de esta manera: “¡Oh SEÑOR, nadie sino tú puede ayudar al débil contra el poderoso! Ayúdanos, oh SEÑOR nuestro Dios, porque sólo en ti confiamos. Es en tu nombre que hemos salido contra esta inmensa multitud. ¡Oh SEÑOR, tú eres nuestro Dios; no dejes que simples hombres prevalezcan contra ti!” (2 Crónicas 14:11)..  Hay varios puntos importantes en esta oración.   El reconoce la habilidad de Dios para ayudar a cualquiera, sea poderoso o débil.  Le pide ayuda específica para pelear contra un enemigo grande.  Establece su relación con Dios cuando le dice tu eres nuestro dios.  Pero hay algo que me encanta en su oración y es que él sabe que su batalla es la batalla de Dios, cuando le dice que no deje que simples hombres lo venzan.  Es reconocer que si lo vencen a él, vencen a Dios.  Por lo tanto, sabe que Dios nunca será derrotado, y tampoco el.

HOY TE DIGO que mientras confíes en Dios de esta manera la derrota jamás llegara a tu vida.  Mi derrota es la derrota de Dios.  Jamás tal cosa sucederá porque un simple hombre no puede derrotar a Dios.  Para ganar tus batallas necesitas saber a quién recurres en los momentos difíciles.  Si recurres a Dios tu victoria está garantizada, no importa a quien te enfrentes.  Si confías en tus habilidades  y en tus fuerzas, sabes que no lograras prevalecer.  Empieza a orar de la manera que lo hizo el Rey Asa.  Reconoce la habilidad de Dios para  ayudarte, pídele ayuda específica, establece tu relación con El y reconoce que nadie puede vencer a tu Dios.  Así podrás decir:  derrotado?  Jamás.

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