"y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos" (Mateo 13:58). La incredulidad es la ausencia de fe o la dificultad o reserva que tiene una persona para creer lo que ve o lo que otros le cuentan. Jesús estaba en la tierra e hizo muchos milagros. Sanó a un leproso, sanó al siervo paralítico del centurión, calmó la tempestad en el mar, liberó a los endemoniados, levantó la hija de Jairo, sanó la mujer del flujo de sangre, sanó a dos ciegos, sanó al mudo endemoniado, y les enseñó muchas parábolas. Pero cuando llegó a su tierra, la gente empezó a preguntarse si ese era el hijo del carpintero, de donde tiene toda esa sabiduría y todas esas cosas, y como hace esos milagros. Empezaron a dudar, y por eso no hizo muchos milagros allí. Lo mismo sucede hoy día. Si hay incredulidad, Dios no puede hacer milagros. Aún en la misma casa de Dios, en la iglesia, en su gente hay incredulidad. Eso no ayuda a que Dios haga milagros. El necesita gente que le crea. Si quieres ver un milagro en tu vida, tu incredulidad no te ayuda. Tan solo una palabra de Dios basta para hacer tu milagro. Un instante en su presencia transforma tu existir. Uno de los milagros que te mencioné era el siervo del centurión. El le dijo a Jesús que no era digno que entrara a su casa, pero di la palabra y mi criado será sano, o sea, no tenía que ir donde el siervo. Jesús dice: "ni aún en Israel he hallado tanta fe". Luego Jesús le dice: "ve, y como creíste, te sea hecho" y fue sanado en esa misma hora. Te repito: tu incredulidad no te ayuda. Tienes que hacer como el centurión, que una palabra de Dios sea suficiente para tu creer que Dios lo hará. Cuantas palabras Dios ha declarado sobre tu vida, cuantas promesas ha decretado para ti, cuantas bendiciones tiene estancadas, esperando que tu le creas, para dártelas. Solamente necesita que le creas, y aún de lejos, Dios lo hará.

No hay comentarios:
Publicar un comentario